Aclaración

Algunos relatos son adaptaciones de sucesos de la vida real. El nombre de los personajes y los sitios donde ocurrieron han sido cambiados; mientras que otros son pura creación, por lo que cualquier similitud con la realidad y sus protagonistas es sólo una simple coincidencia. Los nombres usados no hacen referencia a ninguna persona de existencia real en particular, y sus homónimos son totalmente ajenos a la historia que se cuenta.
Las ilustraciones han sido tomadas de la web y pertenecen, en algunos casos, a muralistas y otros son cuadros de Ernest Desclaz.

lunes, 5 de marzo de 2012

Insomnio (549 Palabras)

El taconeo sordo del bastón sobre la alfombra marcaba el corto peregrinar del anciano. Vacilante recorre el pasillo que separa su habitación de la cocina; lugar de encuentro de la familia a horas muy tempranas.
    –Hola Abu, Chau Abu  -los chicos parten presurosos a la escuela, entre un rosario de consejos que aturden la dicha de los niños de ser niños.
    Papá – hijo, lee los títulos del diario entre bocado y sorbo del humeante desayuno. La nuera, con saludo de bienvenida pero mirada de “ya viene a joder”, recibe a don Esteban, su suegro.
    –Hola papá, ¿como amaneciste?
    –Bien, hija, bien.
    –Te escuché toser anoche.
    –Un poco, me ahogue con la saliva.
    –Ah! Pensaba que era un resfrío en puerta.
    –No, no es nada.
    – ¿Café con Leche don Esteban?
    –Sí hija, con una tostadita nada más, por ahora.
    –Bien, ya le sirvo.
    Movimientos de manos al ritmo de la rutina y un brillo en los ojos que no se condice con tanto mimo. “Este viejo de mierda no deja dormir de noche, se la pasa tosiendo o el bastón a la bulla cada rato al baño, me tiene podrida”.
    Sorbos de café con leche, gesto de aprobación por la atención recibida y en el corazón clavada la espina de la desconfianza. “esta no me traga y se hace la buenita, víbora de mierda”
    –Muchas gracias, hija, está muy rico.
    –Por nada don Esteban, ¿va leer el diario?
    –Sí, ahora lo leo.
    –Hasta luego Papá. Nos vemos al medio día.
    –Chau hijo, que tengas suerte.
    Una invisible maraña de pensamientos teje una red de soledades paralelas en los rincones de la casa. Viven todos al amparo de la misma trinchera, combatiendo codo a codo la incomodidad de la intolerancia recíproca. Un juego de guerra con intrigas incluidas, producto de no haber analizado nunca la posibilidad de una convivencia parental que quedó fuera de todo código.
     “Sí me habrás hecho la vida imposible cuando era chico y ahora tengo que cuidarte. Si mi madre viviera estarías lejos de mi casa. ¡No te acordarás acaso el trato que me dabas!”.
    “Si supieras que no sos hijo mío, que sos fruto de un engaño y que sin embargo te di un apellido y te hice hombre… no se como reaccionarías. Mantuve el secreto para no echar por tierra el honor de tu madre.
    “Si supieran que a ninguno los soporto, que sólo me atan los chicos, no se qué sería de ustedes dos ¡manga de chupasangre!
    La caldera aumenta su presión con el paso del tiempo, a medida que se van gastando las fuerzas. Afuera, el sentido común indica que cada casa es un mundo; sin embargo cada mundo que gira en el sin sentido de las presunciones, termina aprisionando al hombre a la medida de sus sentimientos.
    De noche, sólo los chicos duermen. Cada uno vive la trama de su novela en largos capítulos insomnes y repetitivos. Cada uno planifica en la oscuridad de su cuarto, lo que la luz del día terminará disipando en puros disimulos.
    Esta noche será otra noche. Si no revientan las tripas, a lo mejor llegue el sueño.


“El hombre viene de parte alguna y va a ninguna parte. Debe optar, pues, por el suicidio o la vida. Si opta por ésta última, debe comprometerse”.
Albert Camus

1 comentario:

  1. Eduardo:
    Muy bueno el relato.
    Es cierto, en algunas familias he visto esa intolerancia y maltrato. Desamor e indiferencia, también.
    A mí me tocó tener una abuela materna que quedó huérfana a los once años, lo que la llevó a hacer un culto a la familia.
    Eso mismo le inculcó a mi madre, quien siempre dio todo por nosotros.
    Se sabe que la rama materna es la que marca la cultura del hogar.
    Un saludo.

    ResponderEliminar